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La humanidad fragmentada por la cocaína acuática

A cada día que pasa, es un día menos para la preservación de la vaquita marina en las aguas mexicanas, un día menos para rescatar los mares.

Es el llamado “acuario del mundo”, el Mar de Cortés en el Alto Golfo de California, México, el que se posiciona como el hogar de la vaquita marina y, aunque esto pareciera contradictorio, es en su propio hábitat en el que actualmente se contabilizan solo diez ejemplares de la marsopa plateada con tiernos ojos de panda.

El contexto del pasado es vital para conocer esta lamentable situación: en 1958, se comenzó la investigación del cetáceo más pequeño del mundo y su ecosistema, pero para no variar, todo lo que toca la mano humana, termina en tragedia. Únicamente cuarenta años más tarde, la vaquita marina se presentaba en las noticias -alrededor del mundo- en “peligro de extinción” con tan solo 10 ejemplares.

Y esto por una razón éticamente errónea pero económicamente satisfactoria: los empresarios asiáticos que llegaron a conquistar el “acuario del mundo” con maletas repletas de dólares.

Para mala suerte de la fauna mexicana, la totoaba -el pez más grande del Alto Golfo de California- coexiste con la vaquita marina en este mismo ecosistema acuático.

La cultura asiática mantiene la creencia de que la vejiga natatoria de la totoaba -órgano que los mantiene a flote- contiene elementos afrodisiacos y curativos. Aunque nada está comprobado, es evidente que la caza furtiva y los bolsillos multimillonarios no entienden de evidencia científica ante la “cocaína acuática.”

Por sí sola, esta acción es repugnante, pero los pescadores -sin importarles las razones biológicas negativas y poco éticas que esta mantiene- ayudan a este proceso, justificando el asesinato de especies con el alto precio que posee en el mercado asiático: en 2022, la vejiga natatoria de la totoaba es vendida hasta en 85,000 dólares por kilo.

Es aquí cuando comprendemos la problemática: la caza ilícita de la totoaba es mediante mayas finamente tejidas que sobrepasan los veinte metros de largo por diez de ancho. Estas se tiran al mar para esperar la pesca, pero debido a su longitud, la vaquita marina queda atrapada, muriendo ahogada y sola. A esto ha llego la sociedad, es más importante el dinero que puedan conseguir, que la vida de un animal inocente.

La solución pareciera muy sencilla: la detención de la caza ilícita de las especies, pero esto no es así. La captura furtiva es un negocio -enfermamente- multimillonario, el cual, rebasa la ética humana. Se calcula que esta acción, mundialmente, mueve entre 7 y 23 millones de dólares al año, comparable con el tráfico de drogas y armas.

Y aunque la presa directa no es la vaquita marina, sufre las consecuencias de la falta de cuidado, la carencia de empatía hacia el ecosistema marino endémico mexicano y la ostensible importancia del dinero por encima de la vida.

Que si bien, esta acción por sí sola es repudiable y totalmente reprobable, hay otra razón por la cual, no se ha podido detener la inminente extinción de la vaquita marina: las acciones violentas y negación de los lugareños del Mar de Cortés.

Durante décadas, se ha intentado detener la caza ilícita de la totoaba y así, salvaguardar a la vaquita marina, pero los habitantes y trabajadores -quienes laboran para los empresarios asiáticos- se han encargado de golpear, amenazar y detonar armas de fuego en contra de los conservacionistas que intenten quitar las redes pesqueras.

Es cierto que, por recomendación del Comité Internacional para la Conservación de la Vaquita Marina, se implementó la “zona cero” en la que son más de doscientos ochenta kilómetros que se mantienen resguardados para que la vaquita no sufra daños. Sin embargo, en lo que va del 2022, se han avistado más de sesenta embarcaciones de pesqueros furtivos quienes no tienen una limitación por las autoridades pertinentes.

Esto no solo es vergonzoso, es doloroso el percatarse que aunque se propongan millones de soluciones, no se verá un cambio debido a la corrupción que día a día ahoga -aún más- al país.

La vaquita marina y la totoaba se esfuman en nuestros ojos y no se habla al respecto. No solo es importante cuidar a la marsopa plateada por el daño y desbalance ambiental que causaría su ausencia, sino que la humanidad se ha perdido y es momento de abrir los ojos ante ello. Dejemos atrás el egoísmo, salvemos nuestros mares y la vida que lo enriquece. Es momento de despertar, México.

 

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