Derroquemos la egolatría generacional
Por: Fátima Dolores Aceves Tepalt, estudiante de Comunicación de Universidad La Salle
Últimamente, las personas adultas recriminan a los jóvenes sobre que la vida actual es fácil, sencilla, sin preocupaciones porque la tecnología ha cumplido su objetivo nato; sin embargo, la realidad es otra. No, me temo expresar que la vida de los jóvenes actuales y futuros no es más fácil y, al contrario, va en caída libre y sin paracaídas.
La época digital, en la que coexistimos diariamente, tiene un problema que ha aumentado día a día -como si de una epidemia se tratara- que pareciera nunca tener una cura definitiva: la desinformación. Cada día es más complicado conocer y percibir qué datos son correctos y cuáles no. Generando así, diversas brechas narrativas de la realidad a cada momento que pasa.
Por otro lado, es cierto que la tecnología se hizo para mejorar y facilitar la vida cotidiana del humano, pero pareciera que con esta definición no se pensó en las variantes éticas que tiene cada persona. La tecnología, si bien ha ayudado a cientos de circunstancias, también las ha empeorado.
De momentos para acá, esta ciencia ha sido ocupada para diversos experimentos crueles y despiadados conforme la evolución humana. Es el perfecto ejemplo de las guerras actuales y sus desenlaces masivos creados por la misma humanidad. Es evidente que la tecnología no tiene la culpa de ello ya que su naturaleza es ayudar, la culpa recae en quien la maneja.
Con esto, se evidencia la falta de sensibilidad, humanidad y salud mental que presentan las personas actualmente. Es comprensible que en años pasados no se hablara del tema de la salud psicológica pero es preocupante el nivel de criminalidad y malicia que persiste en la mente de las personas. La locura nos pisa los talones.
Las emociones más evidentes, actualmente, en las personas ante la falta de ética y moralidad son miedo, incertidumbre y estrés. Es preocupante que la humanidad y sentido común ya no exista en la mente de una persona para evitar que detonen armas de fuego en contra de otras personas. De nuevo, ya no hay estabilidad mental.
La egolatría y avaricia han carcomido nuestra sociedad. Estas ingresan, sin notarlo, como la humedad en la psique de cada persona. Y esto nos lleva a la irresolución que ha inundado a las familias en todo el mundo: la economía está cada día peor.
No hay trabajo, no hay oportunidades y que si existen, son salarios miserables. La respuesta ante esto es evidente: la vida es cada vez más cara y la gente se muere de hambre.
Sin llegar a la justificación, las personas están sufriendo de hambre, por lo que se buscan maneras desesperadas de llevarse un pan a la boca. Nuevamente, no justificable, pero esto dice mucho de nuestra sociedad.
La economía va cayendo y la humanidad no la suelta de la mano. Es el mismo sentimiento de sofocamiento pero sin tocar fondo. ¿Y aún nos preguntamos por qué las personas están desesperadas?
La desigualdad -a pesar de que se cree lo contrario- es cada día más angustiante para los jóvenes: hay personas que se preocupan por qué celular saldrá este mes y, por lo mientras, otras se preguntan si podrán comer ese día.
Esta es la sociedad actual en la que sobrevivimos, en la que debemos escoger una profesión -si tenemos el privilegio de ir a una universidad- por el dinero que obtengamos. Las emociones y sentimientos juveniles pasan a segundo término.
El medio ambiente, de igual forma, está en el olvido. Cada día se encuentran menos formas de solucionar el daño que el planeta mantiene desde hace años, pero lo peor es que a la sociedad pareciera no importarle que el mundo se caiga en pedazos. De nueva forma, la población actual está más preocupada de cómo sacar adelante a una familia que del mal global que, al final del día, nos consumirá.
La caza ilegal, la basura en los océanos, la explotación de recursos no sustentables, extracción masiva de agua potable, contaminación enfermiza; son unos de los cuantos factores que han inundado hasta el cuello al medio ambiente. Que no se olvide que estamos ligados, directamente y proporcional, al deterioro irremediable del planeta.
Es la cruel realidad en la que los jóvenes existimos, en la que se han minimizado problemas y sentimientos con la justificación de la facilidad de vida derivada de la tecnología.
No, hay problemas que van más allá de la tecnología que no se trataron a tiempo y que ahora, pagamos el daño colateral de cada situación.
Adultos, comprendan a los jóvenes. Jóvenes, comprendan a los adultos. Generaciones distintas pero las situaciones nos unen ante las evidentes problemáticas. Al final del día, somos nosotros contra las situaciones, no dejemos que nos separen.
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Por: Fátima Dolores Aceves Tepalt, estudiante de Comunicación de Universidad La Salle