Opinión

Responsabilidad social y reputación corporativa

Podemos entender a la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) como el compromiso medible y voluntario que las organizaciones adoptan incorporando el equilibrio entre lo social, económico y empresarial buscando el bien común. Aunque aún es algo voluntario, sin duda cada vez es más medible y reportada.

La reputación corporativa representa un activo intangible que posee la empresa y que se va formando a lo largo del tiempo.

La relación entre la responsabilidad social y la reputación corporativa es estrecha y bidireccional y cada vez es más perceptible por parte de los diferentes stakeholders. Cuando una empresa asume compromisos sólidos y a largo plazo en prácticas y programas de responsabilidad social y sustentabilidad se suele generar una percepción positiva entre sus distintos stakeholders internos y externos, esto influye directamente en cómo es valorada públicamente. Esta percepción, construida a partir de acciones concretas, medibles y comunicadas, más allá de solamente discursos, impulsa la reputación positiva de la organización.

La reputación no solo se beneficia de la responsabilidad social, sino que también actúa como incentivo para mantenerla. Cuanto más sólida es la reputación, mayor es la presión para sostener estándares éticos altos y coherentes.

Actualmente estamos viviendo en un contexto donde los consumidores y otros actores son cada vez más exigentes y conscientes, por lo tanto, la reputación corporativa se convierte en un activo estratégico, no solo para la atracción de clientes o inversores, sino también para la retención de talento y el posicionamiento competitivo.

Es importante y cada vez más exigente la percepción que la responsabilidad social no debe verse solamente como una estrategia de marketing superficial, sino como una estrategia integrada al modelo de gestión que, al ser percibida como auténtica y coherente, fortalece la credibilidad y legitimidad de la empresa en el largo plazo.

Construir una estrategia de sesponsabilidad social auténtica que contribuya a fortalecer la reputación corporativa implica ir más allá de iniciativas simbólicas o campañas publicitarias llamativas. Para lograr tener resultados sólidos y coherentes hay que alinear la responsabilidad social con la identidad, los valores y el propósito central de la empresa, ósea con su cultura organizacional. Esto significa que las acciones deben surgir de un compromiso genuino y no de una necesidad táctica de “verse bien” o por moda. La autenticidad se percibe cuando lo que una organización dice y hace está en coherencia con lo que es desde su ADN organizacional.

Una estrategia auténtica también requiere conocer y escuchar a los grupos de interés: empleados, comunidades, clientes, proveedores, entre otros, establecer relaciones dialógicas. Entre estos grupos de interés, sin duda los jóvenes están empezando a exigir ser escuchados y tomados en cuenta en esta relación dialógica con las empresas.

Ya no son simples usuarios o receptores del consumo, cada vez se informan más y buscan canales para ser escuchados, pedir información o dar su opinión. Escuchar sus expectativas, preocupaciones y aspiraciones deben integrarse desde el diseño de las iniciativas, no como un elemento accesorio o de mercadotecnia, sino como lo hemos mencionado, estratégico. Este diálogo activo y empático no solo da legitimidad a las acciones, sino que permite anticipar riesgos reputacionales, minimizar impactos y construir relaciones basadas en la confianza.

La responsabilidad social no debe estar aislada en un departamento específico, sino incorporarse en todas las áreas operativas y de decisión, debe ser transversal en toda la organización. Cuando la sostenibilidad, la equidad y la ética están presentes desde la cadena de suministro hasta las políticas internas de recursos humanos, compliance, operaciones, etc., la reputación no se construye desde el marketing, sino desde la práctica cotidiana.

Comunicar con claridad lo que se hace, cómo se hace y cuáles son los resultados, incluso cuando hay desafíos o errores, fortalece la credibilidad, por lo tanto, la transparencia es otro elemento transversal en esta relación. La reputación no depende de parecer perfectos, sino de operar con integridad. Por eso, una estrategia auténtica, medible y comunicada no teme rendir cuentas y está abierta al aprendizaje y la mejora continuos.

En este proceso, cuando la coherencia, la escucha activa, la transversalidad y la transparencia se articulan de forma estratégica, la responsabilidad social deja de ser un conjunto de acciones aisladas y se transforma en una fuente legítima y sostenible de reputación corporativa.

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Martha Elizalde Durán

Académica de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac México

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