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No hay una respuesta clara para esta pregunta. Dependerá a quién le preguntemos para obtener distintas respuestas. Un estudio aplicado a 2 millones de personas en 163 países, muestra que el acceso a teléfonos celulares en niños menores de 13 años tiene consecuencias en su salud mental, tales como menor regulación emocional y baja autoestima, fomentando el ciberacoso, la interrupción del sueño y el debilitamiento de sus relaciones familiares.
El estudio sugiere que se debe limitar el acceso a teléfonos inteligentes y redes sociales a menores de 13 años, y que se establezcan medidas restrictivas similares a las que regulan el acceso al alcohol y al tabaco, además de fortalecer la alfabetización digital y exigir la rendición de cuentas a las empresas tecnológicas por los efectos causados por los dispositivos tecnológicos, las aplicaciones y redes sociales en las poblaciones infantiles y juveniles.
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Algunas personas psicólogas educativas sugieren que no se debe restringir el acceso a las infancias a dispositivos tecnológicos y que las personas adultas deben dar seguimiento al uso que hacen de estos.
Sin embargo, esta sugerencia olvida que buena parte de las personas adultas son analfabetas digitales en temas de ciberseguridad y que no han sido formadas para entender a profundidad el alcance de los dispositivos tecnológicos en los menores de edad.
Es común observar que las familias entregan tablets y teléfonos a las niños, niñas y adolescentes para que se entretengan calladas, para que no cuestionen ni exploren el mundo real, similar a la función que tuvo la televisión en generaciones anteriores. La diferencia sustantiva es que los programas televisivos tienen inicio y fin, a diferencia de las redes sociales cuyo contenido es infinito y adictivo.
Así, estamos educando a infancias y juventudes en contextos de alta restricción social (no se les permite salir a la calle, jugar, explorar) y en sus dispositivos tecnológicos tienen libertad casi total para visualizar los contenidos que deseen, ya que pocas familias les acompañan durante su uso.
Ante estos retos, algunos países están tomando diversas medidas:
Como podemos ver, mientras se debate el acceso a tabletas y celulares en poblaciones de adolescentes y juveniles, prácticamente nadie sugiere que los niños tengan acceso a celulares ¿Por qué entonces de manera recurrente observamos a infantes de pocos meses o años de vida con un dispositivo tecnológico en la mano? Muchas son las razones y mayores serán las consecuencias en su desarrollo.
Ante este panorama, es lamentable que las autoridades de Salud y Educación de los tres niveles de gobierno en México sean omisas ante este tema.
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Hemos señalado que algunas naciones han intentado atajar el problema, con acciones que tienen defensores y detractores. Sin embargo, las autoridades en nuestro país se han convertido en cómplices de los intereses de las grandes y poderosas empresas tecnológicas.
¿Hasta cuándo llegará el sentido común y volveremos a permitir que las infancias, adolescencias y juventudes crezcan y se desarrollen sin las consecuencias que origina el uso sin límites ni regulaciones de teléfonos celulares y tabletas?
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