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Aguas residuales: ¿la clave para prevenir pandemias?

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Foto: Especial

Con el paso de los meses, luego de la pandemia, se han realizado diversos estudios alrededor del mundo para entender el comportamiento del virus que provoca la enfermedad de Covid-19, y México no se queda atrás. Actualmente la Universidad Nacional Autónoma de México lleva a cabo un análisis de las aguas residuales de la Ciudad de México para prevenir posibles pandemias.

Se trata del proyecto “Potencial de diseminación ambiental de SARS-COV-1; un enfoque de riesgo a partir del suelo y ciclo urbano del agua en el centro de México”.

A través de él identifican restos del virus excretados por los contagiados y también restos del medicamento usado para su tratamiento. De este modo, la concentración de estos indicadores en el agua podría servir como indicador de un nuevo brote o crecimiento de contagios.

Esta investigación inició en 2020 y terminará en 2023. Además, la llevan a cabo participantes de tres organismos de la UNAM: la Facultad de Medicina (FM), junto al Instituto de Geología (IGI) y el Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología (ICAT).

“Hacemos un recorrido por la Ciudad de México y el Valle del Mezquital colectando muestras de agua residual en diferentes puntos. Caracterizamos el agua, tomamos parámetros ambientales y colectamos tres muestras diferentes”, comenta Blanca Prado, investigadora del IGI.

 

Aguas residuales como indicador de una nueva ola de contagio

Una de las muestras es enviada al IGI para evaluar y conocer las características del agua residual. Así se puede conocer la inactivación del virus y la variación en la concentración de los medicamentos en su camino de la Ciudad de México al Estado de Hidalgo.

Después, otra de las muestras es entregada a la FM donde miden las partículas virales, mientras que la tercera muestra es analizada por el ICAT donde estudian la concentración de medicinas como la Dexametazona, Azitromicina e Ivermectina.

Algunos resultados preliminares demuestran que el suelo actúa como filtro natural de estas aguas. Además, la Dexametazona es retenida con mayor fuerza en el suelo, esto puede retrasar su avance dentro del agua.

Sin embargo, los procesos dentro de esta investigación no son sencillos, es complicado separar las muestras de los medicamentos usados para tratar Covid-19, pues viajan junto a restos de medicinas utilizadas para otras enfermedades. Además, entre medicinas también hay comportamientos distintos y pueden o no reflejar el aumento de contagios en cierta zona.

“Lo que vemos es que dos de los medicamentos, la Dexametasona y la Azitromicina se comportan como las olas de contagio; mientras que la Ivermectina no tiene ese comportamiento, aumentó un momento en la pandemia y se ha mantenido su concentración en el agua residual”, agrega Rodolfo Zanella, investigador del ICAT.

 

Posibles nuevos contaminantes en el agua

A raíz de esta investigación, las y los académicos también han observado el comportamiento de los medicamentos en las aguas residuales. Esto es algo que llama la atención pues el virus no llega hasta el Estado de Hidalgo donde el agua es usada como riego en campos agrícolas, pero quizás los medicamentos sí.

“Hemos encontrado que el SARS-CoV-2 no llega a los campos agrícolas; pero en el caso de los medicamentos detectamos que la Dexametazona es retenida en el suelo de forma más importante que la Ivermectina, lo que puede retrasar o impedir su llegada al acuífero. Y en la Azitromicina, los resultados no son claros”, agrega Blanca Prado del IGI.

Esto despierta preocupación pues son sustancias consideradas como contaminantes emergentes que quizás tengan algún efecto dañino en el ambiente.

“En la planta de aguas residuales de Atotonilco, Hidalgo, se trata alrededor del 30% de las aguas residuales de la Ciudad de México y este tipo de contaminantes emergentes no están en las normas aún, aunque se tiene evidencia de que pueden causar distintos problemas en las personas”, asegura Zanella del ICAT.

 

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