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La importancia de los tendederos de denuncia

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Mujeres que bailan, mujeres que componen canciones y las interpretan frente a un gran público, mujeres que hacen performance, mujeres que pintan murales o monumentos con los nombres de las que ya no están, mujeres que en el Senado defienden leyes que llevan su nombre o mujeres que se organizan en sus escuelas para visibilizar que también en los espacios que creemos seguros nos violentan.

El objetivo es el mismo: hacer que nos escuchen o incomodar para que se preste atención a los problemas.

Una de las maneras de organización por parte de las estudiantes es a través de los tendederos de denuncia que tomaron fuerza desde hace algunos años, junto a movilizaciones por el Día internacional de la Mujer. Esto supuso una nueva manera de expresión dentro de las escuelas públicas y privadas del país, además, abrió la puerta para llevarlo a una escala mayor y permitir que mujeres que no estuvieran dentro de alguna universidad, pudieran participar.

Fue así como fotografías y nombres (de hombres) tapizaban las paredes de algunos edificios o colgaban de tendederos improvisados en las explanadas principales. Los nombres no sólo eran de agresores directos, sino también de aquellos que, bajo la lealtad que tienen con sus amigos, se convertían en cómplices al no detenerlos y  denunciarlos; así como las autoridades que preferían evitar el tema, revictimizar y no aplicar sanciones para que ningún agresor continuara en los espacios estudiantiles.

La reacción de los hombres al encontrar sus nombres es similar a como era al principio: acuden furiosos a gritar y preguntar: ¿quién fue la que puso mi nombre?, mientras que con toda esa rabia arrancan todo lo que los involucra y salen rápido de la escena ante el asombro y los murmullos de muchos.

Aun así los tendederos de denuncia han sido cuestionados por personas que no creen en su eficacia y argumentan que si las denuncias fueran reales, lo harían formal ante el Ministerio Público, sin embargo los datos sobre las sentencias por violación según censos del INEGI, arrojan que las 4,322 sentencia dictadas entre 2015 y 2018 equivalente a solo el 6% de todos los casos denunciados en el mismo periodo y que año con año las sentencias disminuyen con respecto a las denuncias, por lo que denunciar tampoco es un camino sencillo.

Sobre lo logrado a raíz de los tendederos es que ahora algunos profesores pueden ser destituidos. En la Universidad Autónoma del Estado de México al menos 26 profesores fueron separados de su cargo por violencia de género o acoso sexual, tras las denuncias en su contra puestas en los tendederos de dicha institución.

Con esto, si todavía queda duda del poder de estos espacios de denuncia, existen antecedentes que respaldan la importancia de contar con ellos ya que sirven para visibilizar los problemas por los que atraviesan las mujeres, pues no ha sido implementado solo una vez.

En 1978 Mónica Mayer presentó en el Museo de Arte Moderno su primer obra titulada “El Tendedero” en la que capturó la visión de varias mujeres al pedirles que respondieran la pregunta “Como mujer lo que más detesto de la ciudad es…”. La mayoría de las respuestas fueron sobre violencia sexual en diversos espacios de la ciudad, como el transporte público. Además, en 2009 se retomó con las preguntas “Las ventajas de ser mujer” y “Las ventajas de ser hombre”.

Esto nos muestra que los tendederos permitieron conocer en algún momento cómo se sentían las mujeres en el espacio público, pero hoy nos permite conocer quiénes son los agresores, así sean altos funcionarios, profesores o nuestros amigos más cercanos.

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