La huella de la producción del mezcal
Por Ana Luisa Reyes Puente, estudiante de la licenciatura en Sustentabilidad Ambiental en la Universidad Iberoamericana
Foto: UnsplashLamentablemente, San Luis del Río se ha quedado sin río. En esta comunidad zapoteca, ubicada en la serranía de la región de Valles Centrales en el estado de Oaxaca, habitan alrededor de 800 personas, quienes están dedicadas principalmente a la producción de agave.
Aunque este modo de vida ha sido transmitido de generación en generación, la deforestación para la expansión de las tierras de cultivo, tras el “boom del mezcal” en 2017-2018, ha provocado que, en la actualidad, el río perenne que le otorgó a la localidad su nombre, se encuentra casi seco.
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Ello no solo plantea una amenaza a la disponibilidad doméstica de agua, sino a la posibilidad que esta actividad tiene para sustentar económicamente a la población: diversos productores de agave destinaron sus ahorros a la construcción de fábricas de mezcal, también conocidos como palenques.
De acuerdo con los datos del Censo Agropecuario, entre 2021-2022, Tlacolula de Matamoros, el municipio al que pertenece San Luis del Río, produjo 1,245 toneladas de agave.
Para que ello sea posible, se requiere de una gran cantidad de tierra, dedicada exclusivamente a la producción del cultivo. Es de esta manera porque el agave tiene un periodo de maduración largo.
Por lo tanto, los habitantes de San Luis del Río han repartido sus tierras comunales en grandes hectáreas que les permiten tener diversas plantaciones en diferentes etapas de vida, lo que garantiza así la producción constante de la planta.
El estado de Oaxaca ha sido catalogado como uno de los más vulnerables y expuestos a los efectos del cambio climático. La sequía derivada de ello y los suelos erosionados y desprovistos de vegetación original por la deforestación para la plantación de agave ocasionan que, en temporada de lluvias, que cada vez son más escasas, el agua se escurra en lugar de infiltrarse en la tierra.
Dicho de otro modo, se da la escasez del líquido en el manto acuífero y los cuerpos de agua.
Para una referencia sobre su importancia, cada 150 botellas de mezcal producidas en los nuevos palenques, impulsados por el “boom del mezcal”, de nuevo, requieren unos 1,500 litros de agua y 3 toneladas de leña.
Dicho sea de paso, la leña es traída generalmente de la región ayuuk, Ecatepec o de la deforestación de sus propias tierras, lo que agudiza la falta de agua a tal grado que hoy dichos palenques no pueden operar como lo hacían en el pasado.
Además, estos espacios no cuentan con una gestión integral de residuos, la mayor parte de ellos desecha la vinaza y bagazo, residuos ácidos de la producción de mezcal, en el río.
Esto significa que la poca agua que corra por el río en tiempos de lluvia, estará contaminada.
A pesar de lo anteriormente expuesto, la vegetación que encauzaba el agua del río permanece viva a la espera de su retorno. Existe una gran variedad de árboles nativos e incluso frutales, como mangos y ciruelas, los cuales siguen ofreciendo a la población los bienes de un ecosistema lleno de potencial, pero que hoy se encuentra embestido por la producción de agave y mezcal.
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Por Ana Luisa Reyes Puente, estudiante de la licenciatura en Sustentabilidad Ambiental en la Universidad Iberoamericana