Opinión

Revolución en TikTok: juventud, ciencia y scrolls que enseñan

Mientras millones de personas siguen viendo TikTok como una red social para bailes, retos o comedia, un creciente número de jóvenes la están utilizando para algo más profundo: enseñar.

Física, derecho, salud mental, historia del arte e incluso impuestos son temas que circulan hoy entre filtros, humor, hashtags y narrativas visuales que logran algo que la educación formal sigue intentando: capturar el interés real de las juventudes.

Lo que ocurre en TikTok es más que viralidad: es una forma emergente de alfabetización científica, cultural y emocional. Y México no se queda atrás.

Foto: Unsplash

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Durante el Taller de Innovación Educativa 2025 de la Universidad Iberoamericana, se llevó a cabo el panel “Ciencia viral: TikTok y la revolución del conocimiento”, donde seis jóvenes creadores de contenido compartieron cómo la red social ha sido para ellos no solo una plataforma, sino un aula abierta. Un espacio donde enseñar es contar desde la experiencia, traducir lo complejo y cuestionar lo que tradicionalmente se consideró “académico“.

El evento, que forma parte de un esfuerzo institucional por repensar la educación desde la innovación y la cultura digital, ha detonado una línea de trabajo que se está sistematizando como investigación académica en la misma universidad, centrada en el potencial educativo de TikTok y la agencia epistémica de las juventudes.

TikTok: cuando la ciencia se hace viral

Diversas investigaciones han comenzado a documentar cómo TikTok se ha convertido en un medio eficaz de divulgación científica. Cabrera-Espín, Vaca-Tapia y Mendoza (2023) lo identifican como una herramienta clave para combatir la desinformación en tiempos de infodemia. La clave: contenidos breves, visuales, emocionalmente conectados y accesibles.

Martín Neira, Trillo-Domínguez y Olvera-Lobo (2023) subrayan que los nuevos formatos audiovisuales —como los que proliferan en TikTok— permiten acercar saberes complejos a públicos antes excluidos. Ya no se trata de “simplificar” la ciencia, sino de traducirla con otros códigos: con humor, con afecto, con metáforas que resuenan en la experiencia cotidiana.

Por su parte, Micaletto-Belda, Morejón-Llamas y Martín-Ramallal (2024) han encontrado que los usuarios jóvenes consideran TikTok un espacio legítimo de aprendizaje cuando el contenido está bien narrado, es claro y está emocionalmente cargado. En palabras simples: se aprende más cuando el video te hace sentir algo.

El rol de las juventudes como educadoras

Uno de los hallazgos más potentes que emergen de los testimonios del panel en la IBERO es la resignificación del papel juvenil. Las y los jóvenes no son solo “usuarios” de redes: son generadores de saberes, traductores de conocimiento y figuras que despiertan interés en otros jóvenes.

Tiktoker. Foto: Pexels

Muchos de los creadores que participaron relataron cómo comenzaron a explicar ciencia a partir de sus propias preguntas no resueltas en la escuela. “Le hablo a mi yo adolescente, que no entendía nada y pensaba que era torpe”, comentó una de ellas. Esa intención íntima, casi terapéutica, ha encontrado eco en millones de vistas.

Velarde-Camaqui et al. (2024) analizaron los factores que contribuyen al éxito educativo en TikTok. Entre ellos destacan: videos de más de 60 segundos, uso de entre cinco y 10 hashtags, infografías animadas, tono narrativo cercano y objetivos claros de divulgación.

Lejos del marketing o la promoción vacía, estos contenidos están diseñados para despertar curiosidad y comprensión.

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¿Puede TikTok ser parte de la escuela?

Docentes, investigadores e incluso instituciones educativas están comenzando a preguntarse si esta ola de ciencia viral puede dialogar con la educación formal. No se trata de copiar los bailes virales en clase, sino de entender qué está funcionando en estos lenguajes y cómo pueden aportar a nuevas estrategias pedagógicas.

Durante el mismo “Taller de Innovación Educativa”, profesores asistentes reconocieron el impacto del panel como detonador de reflexión. Se habló de ‘microlearning’, resignificación del rol docente y cultura digital. Un giro clave: enseñar ya no es hablar desde la autoridad, sino desde la empatía, desde lo cotidiano, desde la experiencia.

Esta transformación, que aún se estudia desde la academia, apunta a un cambio más profundo: la educación no es solo contenido, es también emoción, conexión, narración. Y TikTok, con todas sus contradicciones, ha sabido captar eso.

TikTok. Foto: Pexels

Una educación que también se siente

En el corazón de esta revolución silenciosa está una idea sencilla pero poderosa: el deseo de aprender no siempre nace de la obligación, sino de la identificación. Los videos de ciencia viral no dictan cátedra; cuentan historias. No imponen saberes; los comparten. Y esa diferencia lo cambia todo.

Lejos de tratarse de una moda pasajera, esta tendencia revela algo más estructural: las juventudes están construyendo nuevas formas de acceso al conocimiento, más horizontales, más afectivas, más inmediatas. Y la escuela, si quiere mantenerse relevante, deberá aprender a escuchar y dialogar con esas formas.

Desde las universidades hasta los espacios comunitarios, el reto ya no es tecnológico, sino pedagógico y cultural. ¿Podemos imaginar una educación que sea también viral, emocional, situada? Una pedagogía que no le tema al algoritmo, pero tampoco le entregue todo el control.

Mientras tanto, cientos de jóvenes seguirán enseñando ciencia en sus cuentas de TikTok. No porque alguien se los haya pedido, sino porque sintieron que tenían algo importante que contar.

karla.avina@ibero.mx

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Karla Aviña Marín

Pedagoga por la Universidad Iberoamericana CDMX y maestrante en Innovación Educativa por la Universidad Anáhuac. Su trabajo cruza la pedagogía crítica, la comunicación digital y la tecnología educativa. Ha participado en proyectos comunitarios, institucionales y de investigación como el Proyecto Educativo Autónomo Otomí (PEAO), ENAPI, INIDE y Mejoredu. Forma parte del Laboratorio de Innovación e Investigación Educativa (LIIE) de la IBERO, donde impulsa propuestas que entrelazan humanismo, saberes digitales y transformación social. Creadora del podcast Sabia desobediencia.

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