Salón vacío. Foto: Freepik
Cuando la Secretaría de Educación Pública anunció la desaparición del examen único organizado por la COMIPEMS en la Zona Metropolitana del Valle de México y el arranque de la plataforma digital “Mi derecho, mi lugar“, el mensaje fue contundente: ningún egresado de secundaria volvería a quedarse sin lugar en el bachillerato.
Para este propósito, el nuevo Espacio de Coordinación de la Educación Media Superior (ECOEMS), creado para sustituir a la antigua COMIPEMS en 2025, registró a 272 mil 726 aspirantes en la Zona Metropolitana del Valle de México, apenas 4% menos que en la última edición del concurso tradicional, y celebró el inicio de una era “sin rechazo”.
La promesa de inclusión, sin embargo, tropezó en sus primeras semanas. Decenas de familias denunciaron fallas en la plataforma, errores al cargar documentos y mensajes contradictorios sobre los tiempos para registrarse. Algunos estudiantes reportaron haber quedado fuera del examen de la UNAM por un problema técnico que las autoridades no supieron resolver a tiempo.
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Con “Mi derecho, mi lugar”, el ECOEMS ofrece tres rutas de acceso: asignación directa para la mayoría de los subsistemas, que incluye a los planteles de más baja demanda; un examen en línea exclusivo para los planteles de la UNAM y el IPN; y una modalidad mixta que combina ambas opciones.
De los aspirantes inscritos, 45.5% eligió la fórmula mixta, 40.8% se quedó con la modalidad de asignación directa y sólo 13.6% apostó todo al examen digital de la UNAM y el IPN. Sobre el papel la cobertura es total, pero es necesario recordar que las oportunidades reales siguen ligadas al prestigio y la infraestructura de cada subsistema, disparidad que la reforma (a pesar de los cambios realizados) no tocó.
El nuevo examen unificado UNAM-IPN se aplicó por primera vez vía remota, con un sistema de vigilancia basado en inteligencia artificial. No obstante, diversos contratiempos técnicos afectaron esta nueva experiencia de modalidad en línea: cortes en la conexión a internet, ruidos del entorno o incluso movimientos involuntarios bastaron para que el sistema cancelara la prueba en varios casos, según denunciaron padres de familia que ahora exigen una segunda oportunidad.
A estas situaciones se sumaron limitaciones de equipo, como la ausencia de una cámara externa o la incapacidad de las webcams integradas en laptops para cumplir con los requerimientos de monitoreo del entorno, lo que obligó a muchas familias a improvisar condiciones adecuadas para un formato de evaluación que, en la práctica, los tomó por sorpresa y que para muchos se tradujo en motivos de mayor estrés.
Pese a los cambios implementados y la eliminación del examen único, persiste el problema estructural de fondo: la segmentación del sistema educativo medio superior. La desaparición de la COMIPEMS, por sí sola, no garantiza una distribución equitativa de oportunidades si no se abordan de manera decidida las desigualdades en el acceso, y con esta nueva modalidad se suma la desigualdad en las herramientas digitales, de las cuales ahora se responsabilizan aspirantes y padres de familia.
Además, el proceso de registro de “Mi derecho, mi lugar” resultó complejo y poco claro para muchos aspirantes en esta primera edición, lo que derivó en confusiones e incluso en que varios jóvenes no lograran registrarse.
Uno de los cambios más significativos que presenta el ECOEMS es el criterio de asignación geográfica, que da prioridad a los planteles cercanos al domicilio del aspirante, con el argumento de favorecer la permanencia escolar. Sin embargo, esta lógica tiende a reproducir las desigualdades territoriales existentes: los estudiantes que viven en zonas precarizadas son canalizados a escuelas que, con frecuencia, enfrentan mayores carencias en infraestructura y condiciones educativas.
Al mismo tiempo, esto puede desincentivar su acceso a instituciones de mayor prestigio, ubicadas en otras zonas de la ciudad, limitando así sus aspiraciones académicas y sus trayectorias futuras.
Frente a este panorama la SEP defiende la reforma con acciones: acompañamiento a 80 casos técnicos, tutoriales en línea y un registro extemporáneo en agosto para rezagados, e instalaciones remotas para la aplicación del examen para quien así lo solicite. También presume que casi la mitad de los aspirantes optó por la vía mixta; prueba, dice, de la confianza en el modelo.
Mientras el Valle de México experimenta con el ECOEMS, otras entidades mantienen exámenes presenciales o sorteos locales. En Nuevo León y Jalisco, por ejemplo, la admisión sigue sosteniéndose bajo un enfoque esencialmente meritocrático; en estados con menor demanda basta el certificado de secundaria para ingresar al bachillerato público más cercano.
Si bien es cierto ambos criterios también resultan criticables por diferentes motivos, lo que resulte en los años por venir con el nuevo mecanismo de asignación “Mi derecho, mi lugar” del ECOEMS marcará el tono de futuras reformas nacionales en el ingreso al bachillerato.
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Por ahora, la eliminación de la COMIPEMS representa para el actual gobierno un logro simbólico: el fin oficial de la categoría de “rechazado”. La experiencia real, sin embargo, sugiere que cambiar la configuración del examen único no alcanza para allanar el camino a la equidad educativa.
Sin inversión fuerte en infraestructura, mejora en la calidad educativa de las opciones educativas con mayores rezagos, mejores condiciones laborales y profesionalización docente, así como claridad informativa y apoyo tecnológico, el nuevo modelo puede convertirse en un nuevo filtro disfrazado y en un gatopardismo para el ingreso a la educación media.
La generación pionera de “Mi derecho, mi lugar” comenzará clases en agosto; a partir de entonces se empezará a evaluar si la inclusión prometida se traduce en oportunidades palpables o se queda, como temen muchos especialistas, en un eslogan cargado de buenos deseos.
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