“Me quedaré sin trabajo por la IA”
"El avance tecnológico en lo creativo suele ser más colaborativo que sustituto. Muchas agencias y artistas ya integran IA como herramienta"
Imagina a una ilustradora que ve cómo, en minutos, una inteligencia artificial genera la misma imagen en la que ella habría invertido días. Esta escena, impensable hace unos años, hoy alimenta tanto el entusiasmo como el temor en las industrias creativas. Estas industrias no son un nicho: aportan cerca del 3% del PIB mundial y generan alrededor del 6% del empleo global. En México, la llamada “economía naranja” —arte, diseño, música, cine y más— generó 1.44 millones de empleos en 2023, el 3.5% del total nacional.
Ante estas cifras, no sorprende que la irrupción de la inteligencia artificial (IA) en áreas como el diseño gráfico o la producción musical despierte preguntas y mitos sobre el futuro laboral y cultural.
Uno de los más comunes: que la IA “robará” todos los empleos creativos. Y sí, las herramientas han avanzado a pasos agigantados. Hoy pueden generar ilustraciones, logos, melodías o textos en segundos.
En China, algunos estudios de videojuegos han sustituido hasta 70% de sus ilustradores por generadores como Midjourney o Stable Diffusion. Un ilustrador contaba que 15 colegas fueron despedidos cuando los clientes empezaron a usar IA para crear personajes. Dos personas con estas herramientas ahora producen lo que antes hacía un equipo de diez: hasta 40 imágenes por día. En el mundo del audio, un actor de voz argentino descubrió que su contrato no fue renovado porque una IA ya imitaba su voz.
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Estos ejemplos reales muestran que la disrupción no es solo teoría: ciertos roles creativos están siendo automatizados. Pero la realidad es más compleja que el mito apocalíptico. Aunque se estima que al menos 100 ocupaciones están en riesgo de automatización (desde diseño gráfico hasta redacción y análisis financiero), no todas pueden replicarse por completo. La IA actual carece de intuición, emoción y contexto cultural profundo. Puede recombinar patrones y generar contenido “nuevo”, pero siempre a partir de datos humanos.
El avance tecnológico en lo creativo suele ser más colaborativo que sustituto. Muchas agencias y artistas ya integran IA como herramienta para agilizar bocetos o explorar ideas, mientras el toque final sigue en manos humanas. Hollywood refleja este equilibrio: aunque se usa IA en efectos especiales o edición de audio, guionistas y actores se han movilizado para proteger sus ideas y voces.
La IA no está quitando todos los empleos, pero sí está transformando perfiles. Surgen nuevos roles en la intersección entre arte y tecnología: curadores de contenido generado por IA, o especialistas en ética algorítmica. La consigna es clara: adaptarse. La mente humana sigue siendo esencial para guiar la máquina.
Detrás de estos cambios hay una pregunta mayor: ¿cómo influye la tecnología en la manera en que comprendemos la realidad y la historia? Hoy nuestra percepción del mundo está mediada por pantallas, algoritmos y datos. La IA generativa puede crear textos, imágenes, audios y videos falsos pero verosímiles —los famosos “deepfakes”— que hacen cada vez más difícil distinguir lo real de lo sintético.
Aquí es donde las Humanidades Digitales entran al rescate. ¿Cómo pueden ayudarnos a descifrar este mar de información? Combinan el rigor de las ciencias sociales y humanísticas con herramientas computacionales. Usan algoritmos para procesar volúmenes masivos de datos —desde bibliotecas hasta redes sociales— y detectar patrones, sesgos y narrativas ocultas. El reto ya no es la escasez, sino el exceso: darle sentido al caos. La máquina puede organizar, pero la interpretación sigue siendo tarea humana.
Y otra pregunta clave: ¿puede la IA ayudarnos a preservar la diversidad cultural y combatir la desinformación? Sorprendentemente, sí. La IA bien dirigida puede ser una palanca para la inclusión. En Oaxaca, por ejemplo, se desarrolló una app que usa IA para enseñar lenguas mixtecas. Así, una tecnología global ayuda a conservar saberes locales. Del mismo modo, algoritmos bien entrenados pueden detectar fake news, discursos de odio y sesgos en tiempo real. Claro: esto también plantea desafíos éticos. ¿Quién vigila al vigilante algorítmico?
Al final del día, la tecnología nunca es neutral: amplifica nuestras capacidades y también nuestras imperfecciones. La IA puede co-crear sinfonías con un músico o plagiar el estilo de un pintor; puede acercar a un estudiante a la poesía náhuatl o llenarlo de desinformación. Todo depende de cómo decidamos usarla.
Y aquí, una última ironía para cerrar: ¿esta columna fue escrita por un humano… o por una inteligencia artificial? En tiempos de ChatGPT, distinguir la pluma humana de la algorítmica es un juego sutil. Quizá la respuesta importe menos que la pregunta. Después de todo, si te hizo pensar, ¿no es esa la chispa creativa que realmente importa?
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