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La agenda 2030 es un caballo de Troya: universitarios… cuidado (2/2)

La agenda 2030 es un caballo de Troya

Foto-composición: Andrés Bucio

El conflicto Ucranianodecíamos la semana pasada— está siendo una guerra cultural de Rusia contra toda la ideología de género occidental. Le entraron al capitalismo, pero ellos no quieren hundirse junto con occidente: « ¡momento, momento, momentito!: húndanse, autodestrúyanse ustedes solos, pero no nos lleven a nosotros a su matadero» es su lema de salvación.

Todo lo demás que se dice, son, más probablemente que no, distractores. Porque no hay agenda más importante que la agenda de salvación, la agenda de la sobrevivencia.

Lo “bueno” —según la hipótesis Schumpeterianoide— es que al hundirse la sociedad, también todos los problemas globales desaparecerán, desde el cambio climático hasta la contaminación de los mares.

No me sorprendería que, los ideólogos globales de la ideología de género, lo estuviesen viendo todo en términos de ideología económica schumpeteriana, de una especie de «destrucción creativa».

La agenda 2030 es un caballo de Troya: universitarios cuidado (1/2)

La agenda de la (auto) destrucción —aún no veo de dónde vaya a venir la “creatividad”— ya la estamos viendo: una buena parte de la mal llamada «violencia de género» que vemos todos los días, es una reacción que no debería sorprender a nadie, cuando consideramos toda la violencia ideológica que ha introducido en la sociedad y en las instituciones la ideología de género.

Su modus operandi podría sintetizarse en al menos cuatro estrategias verificables a simple vista en nuestro entorno familiar y social:

1) usar las leyes, al aparato político, la cultura y los medios de comunicación para volver a los hombres más como mujeres y a las mujeres más como hombres…

2) utilizar el poder sexual y reproductivo de la mujer para corromperla a ella, para doblegar y corromper al varón (solo hay que ver a bad bony), para luego corromper a las instituciones y a la sociedad entera. Hay que ir tras de los niños y de los adolescentes, ante todo…

3) a los hombres y mujeres que no se dejen confundir en su identidad sexual, convertirlos en enemigos mutuos, destruyendo la relación que hay entre ellos así como sus relaciones sociales (¿hay algo más lucrativo que destruir el núcleo familiar como resultado de este desmembramiento?). Se abren nuevos y suculentos mercados nunca antes imaginados, para los monopolios globales.

4) acusar y penalizar a todo el que disienta como persona enferma, misógina, homofóbica, de ultraderecha radical, etcétera.

En mi estimación profesional y científica, no sólo NO ES necesario destruir al ser humano y su tejido social para salvar al planeta: sin individuos mentalmente ecuánimes y un tejido social fuerte, será difícil, si no imposible, enfrentar casi cualquier problema global o local en el futuro a mediano y largo plazo: desde la drogadicción y tráfico de personas, hasta la crisis energética y la producción y suministro de alimentos.

Una sociedad ideológicamente pulverizada, confundida y fragmentada no puede hacer nada para sobrevivir, está aniquilada. Como ya lo dijo alguien cuyo nombre no recuerdo: las sociedades no mueren, se suicidan.

Pues bueno, hay gente muy poderosa, los titiriteros globales que detentan los monopolios financieros, bélicos, y de medios de comunicación, que creen que el mundo necesita que toda la gente se vuelva homosexual o algo parecido.

Por eso algunos profesores ya no podemos dar ciertas clases. Todas las universidades e instituciones de educación superior, casi sin excepción, han sido convertidas en centros de adoctrinamiento de la ideología de género.

Ríos de dinero fluyen hacia nuevas plazas académicas y departamentos en «estudios de género», «comisiones de igualdad», congresos, becas, publicaciones, dinero para activismo y papel de baño.

La orden suprema —y el varo— fluye desde arriba a instancias como todo el sistema ONU el BM, el BID, la OMC…y prácticamente todas las agencias y organismos multilaterales. Y de ahí a todos los sistemas circulatorios gubernamentales del orbe: estamos delante de los titiriteros globales que operan a través de diversas «fundaciones» que movilizan tsunamis de dinero vertical y horizontal y que anuncian sin pena en la red cuáles son sus objetivos:

World Economic Forum, Open Society Foundation, Chen-Zuckerberg Initiative, Bill and Melinda Gates Foundation, Rockefeller Foundation, Ford Foundation, Tides Foundation, por mencionar solo algunas.

Como Doctor en ciencias ambientales y economía para la sostenibilidad, como profesor universitario con cualidades de enseñanza profesional “excepcionales” (según los propios alumnos), he intentado por varios semestres impartir materias que abordasen la Agenda 2030 y sus 17 objetivos de manera científica y honesta, dilucidando con autenticidad cuáles pueden ser sus alcances y sus límites reales. La tarea ha demostrado ser improbable, imposible.

Pude comprobar, en salones mayoritariamente de alumnas de quinto y sexto semestre, en estado de severo adoctrinamiento —aparentemente irreversible—, que la ideología de género contamina las aulas de clases y confisca las mentes de quien asiste a ellas, (dado que uno de los objetivos 2030 es precisamente «transversalizar» la agenda de género hacia todo el curriculum universitario—como bien insistía el nuevo coordinador «no binario» del área académica de humanidades—).

¿Y mis pocos alumnos varones? Amordazados, indoctrinados, reclutados, o vueltos unos auténticos zombis, sin capacidad, ni para pensar, ni para actuar de ninguna manera, respecto a nada.

Yo los comprendo y me solidarizo. En su lugar, me sentiría igual de atrapado en ese circulo perverso que forman alrededor de uno las mujeres jóvenes del clan: lo último que un universitario varón quiere es enemistarse con las chicas, ser «el apestado», la víctima desahuciada de su violencia verbal mortal.

Es triste no poder hacer nada por esta pobre gente que paga noventa mil pesos el semestre para que le hagan lavado cerebral en una universidad privada de reconocido prestigio todos los días. Yo mejor abriría una tienda de pasteles —y me los comería todos—.

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