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Información o formación

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Es cierto que lo que no es medible no es mejorable. Saber en donde estamos y a donde nos lleva un proceso o acción es indispensable para conocer el éxito o fracaso de la misma y por ende poder replicar los resultados positivos, sin embargo, no conocer mecanismos fidedignos de medición no significa que algo pierda su relevancia o deba de ignorarse. Ese es el caso de las habilidades socioemocionales en el sistema educativo.

A lo largo del tiempo hemos “perfeccionado” las evaluaciones que utilizamos para medir el conocimiento de los niños, y escribo “perfeccionado” entre comillas porque dudo enormemente que un examen como los que todos nosotros tenemos o tuvimos que hacer en la escuela sea una métrica justa y objetiva, mucho menos real y útil, sin embargo, sigue siendo una métrica y como tal la consideraremos.

Saber cómo evaluar a los alumnos nos ha llevado a poner un mayor enfoque en materias lógico matemáticas, en lenguaje y cultura, para así tener la tranquilidad de que los niños aprenden y el maestro hace su trabajo, pero esto tiene dos problemas principales: por un lado medimos la memoria del alumnado mucho más que su conocimiento o capacidad de aplicación de los conceptos aprendidos, mientras que por el otro dejamos a un lado el desarrollo de sus habilidades.

Hace 100 años tener mayor información representaba una verdadera ventaja competitiva, pero hoy, en la era digital, tenemos un exceso de información al alcance de la mano en tiempo real, por lo que la educación no debe ser informativa, sino formativa y para eso somos nosotros los educadores quienes tenemos forzosamente que salirnos de nuestra zona de confort y replantearnos cuál es el verdadero propósito de la educación para poder sembrar en nuestros alumnos la semilla de la curiosidad, del pensamiento crítico, de la creatividad y el carácter (mejor conocido como grit), entre otras.

Dejar de pensar a corto plazo en calificaciones banales para darnos cuenta que si lo que buscamos en nuestros niños y jóvenes es que puedan adaptarse a un mundo cambiante, tenemos que predicar con el ejemplo y atrevernos a experimentar con nuevos métodos de enseñanza, incluso a medir lo que aún no sabemos bien como hacerlo y plantearnos la posibilidad de mostrarnos vulnerables ante ello, hacer a los alumnos partícipes en este cambio para descubrirlo juntos ya que  al final de cuentas el trabajo en equipo es una de las habilidades que el Foro Económico Mundial cataloga como una de las más importantes en el siglo XXI.

Estoy convencida de que la educación tiene que cambiar, pero esto no es únicamente un cambio de forma, sino de fondo para darnos cuenta que la información y el conocimiento son el efecto secundario de desarrollar al máximo el potencial humano de las personas, de plantearnos una educación que tenga como fines primarios la felicidad, la salud y la auto-realización de cada individuo, porque solamente personas auto-realizadas que tienen un propósito y las herramientas para lograrlo serán capaces de construir un mundo mejor, de aportar valor a la sociedad y diseñar el futuro.

 

Vivian Lan Agami, CEO de SingularityU en México.

De máquinas a humanos

La Universidad como Santuario

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