El próximo programa sectorial de educación y la atención a los problemas educativos
Los dos grandes problemas de la educación de nuestro país no parecen estar en la mira de ser atendidos
El gobierno federal publicó el pasado 28 de febrero el Plan Nacional de Desarrollo, que servirá de orientación y base para la formulación de los programas sectoriales. En el caso de la educación, esta base es muy endeble. Para empezar, y como todos los sexenios, a la educación no se le da la
prioridad que merece, pues aparece como un acápite denominado “República humanista, educadora y científica” en el capítulo de “Desarrollo con Bienestar y Humanismo”, junto con salud, vivienda, niñez y cultura.
Su no priorización se observa también en el escaso aumento presupuestal, de apenas 0.4%, en el presupuesto educativo de 2025 respecto del año anterior, así como en la disminución del presupuesto por alumno en todos los niveles educativos salvo la educación básica.
El Plan Nacional de Desarrollo propone ampliar las becas, que ya representan “la más grande inversión en la historia”, con 11.3 millones otorgadas. Plantea, ahora sí, invertir en la primera infancia, junto con fortalecer la educación media superior orientada también al trabajo y expandir la oferta de la educación
superior.
Se propone dignificar la labor de los docentes mejorando sus niveles de ingreso. La Nueva Escuela Mexicana seguirá y se fortalecerá. La infraestructura escolar continuará siendo atendida a través del programa La Escuela es Nuestra, que ya ha atendido 173 mil planteles.
¿Qué esperar, con estas bases, del programa sectorial de educación?
La operacionalización del Plan Nacional de Desarrollo en su capítulo educativo orientará un Programa Sectorial de Educación que nuevamente privilegia el acceso y la permanencia en la educación, y no su calidad, mediante la ampliación y universalización de las becas y su extensión a todos los niveles educativos.
Tendría que modificarse radicalmente el presupuesto de los próximos años para esperar una atención educativa mayor, pública y gratuita, a la primera infancia, pues en 2025 se le asigna apenas el 0.4% del gasto programable y se atiende apenas a 225 mil niños de 0 a 2.9 años. Habrá que
dedicarle una inversión considerable a la Educación Media Superior para cumplir con lo que el PND propone y lo que el país requiere de su ampliación y eficiencia.
Los dos grandes problemas de la educación de nuestro país no parecen estar en la mira de ser atendidos. El primero es la calidad de los aprendizajes. La reforma curricular de la Nueva Escuela Mexicana tiene algunos aciertos, pero serios problemas en su atención al desarrollo de las habilidades fundamentales como la lectoescritura, la matemática y las habilidades digitales.
Ha adolecido de falta de preparación de los docentes para enfrentar los grandes retos que implica su implementación, pero el presupuesto de 2025 destina apenas 195 pesos por docente para su capacitación. La falta de información sobre los aprendizajes de nuestras niñas, niños y jóvenes por la irracional satanización de la evaluación educativa supone operar a ciegas en la toma de decisiones en este aspecto central.
La equidad es el segundo. Su solución implica invertir privilegiadamente en los sectores que han sido marginalizados de los beneficios de la educación, como son los pueblos indígenas, las comunidades rurales dispersas, los pobres urbanos, las personas con discapacidad, los migrantes internos e internacionales. Las becas universales les han restado apoyo, pues ahora ha privado la lógica clientelar, y el recurso se distribuye para beneficiar también a quienes ya están yendo a la escuela y no presentan riesgo de abandono.
Tendría que modificarse radicalmente la lógica que rige la elaboración del presupuesto para esperar que disminuyan las inequidades en educación. En el rubro educativo no se cumple aquello de “para el bien de todos, primero los pobres”, con lo cual desperdiciamos la oportunidad de potenciar el mecanismo
por excelencia de igualación social, que es la educación.
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