El agua: un bien común que exige responsabilidad
El tema del agua tiene una fuerte conexión en la vida universitaria; muchos jóvenes han creado emprendimientos para cuidarla y aprovecharla
El agua es sinónimo de vida. Se encuentra en cada aliento, en la energía que empleamos y en la salud que compartimos. Su acceso seguro y justo continúa siendo un reto tanto a nivel mundial como nacional: en México, de los 38 millones de viviendas registradas en 2024, únicamente el 80% tenía agua entubada (INEGI, 2025). Esto nos hace recordar que aún hay millones de familias que tienen problemas para acceder a un derecho fundamental del ser humano.
Hablar del agua es hablar de comunidad. Cada gota cuenta para la salud, la educación, la calidad de vida y hasta la productividad de las personas. Aquí es donde la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) no debe ser un aditivo a la estrategia de la empresa, sino un modelo de negocio que incorpora valor económico, ambiental y social.
Cuando una empresa disminuye su huella hídrica, invierte en sistemas de captación pluvial o desarrolla nuevas técnicas de riego, no solo optimiza sus procesos internos, sino que crea un impacto positivo y real en las comunidades en las que opera. De este modo, el cuidado del agua es un eslabón entre la sostenibilidad empresarial y el bienestar colectivo.
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Esta relación no es reciente. El ‘triple bottom line’, propuesto por John Elkington en 1997, señala que las empresas son sostenibles cuando equilibran lo social, lo económico y lo ambiental. El agua es exactamente un ejemplo ideal de dicha interdependencia: es un recurso productivo, un elemento social que cohesiona y un soporte ambiental insustituible.
Pero, ¿qué tiene que ver esto con los universitarios? Mucho. El tema del agua también guarda una fuerte conexión en la vida universitaria. Hoy, muchos jóvenes han creado emprendimientos que desarrollan filtros accesibles, aplicaciones para monitorear el consumo y proyectos sociales que llevan agua limpia a comunidades necesitadas.
Estas iniciativas, que surgen de la investigación en las aulas y en los voluntariados y brigadas estudiantiles, demuestran cómo la gestión responsable del agua puede traducirse en acciones tangibles que transforman vidas. Al mismo tiempo, impulsan la innovación social con efectos medibles y concretos.
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De acuerdo con el ‘World Water Development Report’ de la UNESCO (2024), salvaguardar los recursos hídricos beneficia tanto a las comunidades como a las organizaciones. Para los estudiantes universitarios, esto significa comprender que la RSE no es un concepto abstracto, sino una guía práctica que orienta desde los hábitos cotidianos hasta los proyectos que deciden emprender.
Cada gota de agua nos recuerda que todos estamos interconectados. Gestionarla de manera responsable implica invertir en un futuro compartido de prosperidad. De este modo, la RSE no se reduce a un accesorio, sino que se convierte en una brújula moral para quienes reconocen que la preservación de lo fundamental es el primer paso hacia el bienestar común.
Cuidar el agua con responsabilidad es elegir un futuro en el que podamos crecer juntos. La responsabilidad social no es un lujo ni algo adicional; es la guía que seguimos cuando entendemos que el bienestar de todos comienza por proteger lo más fundamental.
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