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Educar hacia la felicidad, con propósito y consciencia

Educar hacia la felicidad

Foto: Pixabay

El mes pasado tuve la primer junta de padres de la escuela de mi hijo, (quien apenas con 1.10 años de edad, acaba de ingresar al sistema educativo en septiembre) y después de presentarnos todos los que ahí estábamos, la directora comenzó con una pregunta clave: “¿cuál es el propósito que ustedes como padres tienen ante la educación de sus hijos?” La pregunta nos dejó a todos pensando, pues muchas veces la educación viene como algo automático que debemos dar a nuestros hijos y en ocasiones olvidamos cuestionarnos el para qué de la misma, pero más allá de que me fascino la pregunta inicial (los que me conocen saben que creo fielmente en empezar siempre por el propósito) lo que más me sorprendió fue que el común denominador en las respuestas fue indiscutiblemente “que mi hijo o hija sea feliz y tenga un impacto positivo en el mundo”.

No fue que tengan un buen trabajo, ni que sean cultos o tengan los mejores modales, no se mencionó en ningún momento que sean eruditos de historia o que saquen buenas calificaciones, sino que por el contrario, los mayores deseos de los padres resonando al unísono fueron: felicidad e impacto.

De vanguardista a obsoleto

Pero ¿qué quiere decir que sean felices? Y más importante aún ¿cómo podemos enseñarles a lograrlo? Aristóteles afirma que la felicidad es la máxima aspiración de todos los seres humanos y que más que un estado es un estilo de vida, con lo cual no solamente somos capaces de obtenerlo sino mantenerlo a lo largo del tiempo, el problema es que no siempre tenemos las herramientas necesarias para conseguirlo y por eso hoy más que nunca la educación debe dirigirse hacia la felicidad, y para lograrlo necesitamos herramientas, metodologías y métricas.

Pero nuevamente ¿qué es la felicidad? Epicurio proclamaba que la felicidad no está en la obtención de bienes, sino en amar lo que se hace, Rusell por su lado la aloja en el amor y la gratitud, mientras que Nietzsche, con su estilo más radical, la aleja por completo de la dicha, la cual es efímera por depender de las circunstancias favorables en las que nos encontramos o la buena fortuna y la plasma como fuerza vital, como carácter y espíritu de lucha contra todos los obstáculos. Por su parte Lao Tse con una perspectiva oriental tiene una frase que dice: “Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo el presente”. Y es que sin duda no hay forma de experimentar la felicidad si no es en el presente.

Ahora sí, ¿cuál es mi propuesta? Necesitamos un modelo educativo de excelencia académica pero con un enfoque activo en el desarrollo de felicidad en los niños y eso implica una educación que les enseñe a los alumnos estar en el presente (científicamente se ha comprobado que la meditación, y en particular la meditación trascendental logra este objetivo),  a desarrollar el carácter (la toma de decisión, el pensamiento crítico, la creatividad y sobre todo la perseverancia ante los obstáculos) y a encontrar su propósito para tener un sentido de autorrealización y consciencia para impactar positivamente al mundo y la sociedad. La educación informativa debe desaparecer para dar pie a una educación formativa de alumnos felices, capaces y exitosos.

 

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