Estudiante. Foto: Pexels
En la actualidad, el mercado laboral está marcado por una complejidad sin precedentes. La globalización demanda personas altamente capacitadas y flexibles, mientras que la revolución tecnológica, liderada por la inteligencia artificial y las tecnologías de la información, transforma los perfiles profesionales a gran velocidad.
El trabajo interdisciplinario e inclusivo ya es la norma en organizaciones, y fenómenos como la pandemia de COVID-19 han mostrado el potencial —y la necesidad— del aprendizaje y trabajo a distancia, así como la urgencia de adaptabilidad institucional. Ante este entorno, el reto no solo recae en quienes egresan, sino también en quienes preparan a las próximas generaciones: las instituciones de educación superior.
En este contexto de cambio acelerado, la educación superior cobra un papel estratégico para atender las demandas sociales y laborales emergentes. Organismos internacionales como la Comisión Europea —con su “Estrategia europea para las universidades”— y la UNESCO, a través del IESALC, llaman a transformar los modelos universitarios mediante la innovación y la mejora continua, contribuyendo efectivamente al bienestar social.
Lograr este objetivo exige repensar y transformar enfoques educativos, haciendo foco en la flexibilidad y la pertinencia curricular.
La enseñanza de la economía está al centro de estos retos. Aprender economía hoy implica mucho más que comprender teorías: requiere analizar la complejidad de fenómenos sociales, políticos, tecnológicos y ambientales que inciden en el bienestar de personas, empresas, gobiernos y comunidades.
La o el economista contemporáneo debe manejar desde modelos matemáticos sofisticados hasta factores culturales, institucionales, ecológicos y éticos que influyen en la desigualdad, el desarrollo y la innovación.
La economía actual es, por esencia, interdisciplinaria: incluye ciencia de datos, políticas públicas, inteligencia artificial, economía conductual, sostenibilidad, innovación financiera y análisis de datos a gran escala.
También exige pensamiento crítico para cuestionar y proponer respuestas a desafíos sociales contemporáneos. Por ello, los programas deben integrar herramientas tecnológicas —como ciencia de datos e inteligencia artificial—, pues son ya esenciales para la toma de decisiones en gobiernos y organizaciones privadas y sociales. Al mismo tiempo, deben estar presentes una formación que promueva una formación ética y el desarrollo de habilidades blandas.
Diversos análisis, voces expertas y la experiencia de universidades líderes han permitido identificar pilares estratégicos y de soporte clave para la educación superior, a los que la enseñanza de la economía no es ajena. Un referente destacado es el White Paper del MIT y Abdul Latif Jameel World Education Lab, que propone el modelo de la “Nueva Institución Educativa”, fundamentado en la innovación y adaptabilidad.
Entre los pilares estratégicos resalta la articulación con el entorno laboral. Estrechar la relación entre universidad y sociedad es fundamental para reducir la brecha entre lo académico y lo profesional. Algunos mecanismos clave son:
Alternando periodos académicos y experiencia profesional, se otorgan créditos por prácticas en empresas y organizaciones, brindando aprendizaje pertinente y actualizado.
Colaboraciones con empresas, gobiernos y organizaciones civiles permiten el desarrollo de proyectos conjuntos, enriquecen el aprendizaje y crean oportunidades reales de inserción profesional.
La docencia temporal de profesionales en activo acerca la práctica laboral al aula y permite compartir experiencia contemporánea.
En cuanto a los pilares de soporte, la formación y actualización docente en pedagogías innovadoras resulta esencial: el aprendizaje basado en proyectos, problemas o el ‘flipped classroom’ potencian el pensamiento crítico y el aprendizaje activo.
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Un currículo integral combina conocimientos técnicos, habilidades humanas, éticas y sociales, sumando actividades extracurriculares que desarrollan liderazgo y responsabilidad social. Además, una infraestructura flexible y moderna, acompañada de alianzas estratégicas para compartir recursos, fortalece la experiencia educativa.
Instituciones como el Tecnológico de Monterrey han reconocido estos desafíos y apuestan por innovar en la enseñanza de la economía, incorporando modelos y tecnología educativa de vanguardia. Este tipo de educación superior responde de manera activa a un mundo en constante cambio e incertidumbre. El gran reto es formar economistas capaces de comprender y transformar la realidad, generando valor y bienestar social en cualquier contexto donde se desempeñen.
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