Del diseño al cambio: creatividad con propósito en nuestra región. Imagen: Unsplash
Soy argentina, formada en el norte global y desde el pasado mes de junio decana nacional de Arquitectura, Arte y Diseño del Tecnológico de Monterrey. Desde esta perspectiva observo cómo nuestras disciplinas se enfrentan a las fuerzas críticas que marcan la complejidad del presente: la violencia política, las guerras, la crisis climática, la desigualdad social y las tensiones propias de la era digital—fuerzas que evidencian la fragilidad de nuestras infraestructuras y sistemas. Es hora de repensar procesos y abrir espacio a voces históricamente silenciadas.
Vivimos tiempos de incertidumbre en los que las promesas de progreso lineal del siglo pasado ya no alcanzan para responder a los desafíos actuales. Sin embargo, también atravesamos un momento fértil, en el que el diseño se abre a nuevas geografías y voces, y donde México y América Latina tienen un papel crucial que desempeñar.
Veo con claridad el enorme potencial de nuestra región para ensayar modelos de creatividad que integren justicia social, sostenibilidad y colaboración radical. México, en particular, se está consolidando como un laboratorio de emprendimiento e innovación cultural y social capaz de irradiar aprendizajes más allá de nuestras fronteras.
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Existe una creciente conciencia sobre la necesidad de regenerar nuestros municipios, ciudades y entornos urbanos. La justicia social y espacial debe ser una prioridad en nuestros proyectos. La crisis climática global exige soluciones innovadoras, especialmente donde los esfuerzos de mitigación han fallado. En este contexto, la urgencia de “liderar desde el diseño” nunca ha sido mayor.
Ante este panorama dinámico, como líderes académicos tenemos la responsabilidad de revisar y adaptar constantemente nuestros programas educativos. Debemos fomentar en los estudiantes la capacidad de prosperar en la incertidumbre, el espíritu emprendedor para descubrir nuevas posibilidades y la confianza creativa para actuar con responsabilidad y humildad. La educación enfrenta un desafío urgente: visibilizar las desigualdades estructurales y los sesgos persistentes, para formar nuevas generaciones más empáticas y conscientes. Hoy, más que nunca, necesitamos líderes capaces de transformar la complejidad en oportunidades reales de cambio social.
Desde mi llegada he podido ver de cerca iniciativas que ilustran nuestro compromiso como universidad y como escuela de arquitectura, arte y diseño en fomentar esa responsabilidad y potencial transformador. El programa TAAC (Taller de Acción y Arte Comunitario), que nació hace 15 años en nuestro campus de Querétaro, invita cada año a los estudiantes a co-crear con líderes comunitarios y trabajar en intervenciones urbanas que mejoran espacios públicos, fomentan la movilidad sostenible y promueven la inclusión social.
Otro ejemplo inspirador fue la reciente participación de nuestra escuela en la Bienal de Venecia 2025, que evidenció la capacidad de nuestros investigadores para dialogar con problemáticas globales desde una perspectiva ética y sostenible. Los proyectos que se presentaron de “laboratorios vivos” representaron propuestas de diseño regenerativo que se están desarrollando en los territorios de Jalisco, Querétaro y Chihuahua. Estas soluciones no solo abordan desafíos como la escasez de agua, la conectividad, el ecoturismo y la educación ambiental, sino que también proponen modelos de financiamiento y fomentan capacidades con y desde la comunidad.
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Estas experiencias vistas desde México y América Latina reafirman que el diseño no es un lujo estético ni un accesorio industrial: es una práctica social transformadora capaz de abrir caminos hacia ciudades más humanas, sociedades más equitativas y un planeta más habitable. Tengo la convicción que arquitectura, arte, diseño y urbanismo deben concebirse como procesos colectivos que reconocen la diversidad de saberes, la urgencia de actuar frente a las crisis globales y la oportunidad de transformar realidades desde la práctica concreta y la investigación aplicada. En este sentido, tenemos la posibilidad de situarnos como referentes de innovación ética y social en el escenario internacional. Hoy por hoy, me emociona constatar que esta promesa se renueva y cobra vida con cada proyecto y cada acción que emprendemos.
Hoy por hoy, me emociona constatar que esta promesa se renueva y cobra vida con cada proyecto y cada acción que emprendemos. Pero, ¿cómo aseguramos que este impulso creativo se traduzca en un cambio estructural y duradero? ¿Qué papel queremos asumir como ciudadanos y creadores en la transformación de nuestras propias realidades?
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