Foto: Pexels
Como hemos venido explorando en esta serie de textos, el avance de la inteligencia artificial generativa en el ámbito educativo no es solo una cuestión técnica, sino también cultural, pedagógica y subjetiva. Al respecto, Victor Sánchez, Joaquin Navarro y Leonardo Rosas mencionan que “esta tecnología debe incorporarse en un proceso ecosistémico donde la población requiere apropiarse de ella mediante el conocimiento, uso y reflexión crítica. Para ello hace falta cerrar las brechas sociales y culturales. La IA debe ser parte del ambiente común que contribuya a mejorar la calidad de vida”.
Lo que parecía ser solo una herramienta más ha comenzado a adquirir presencia dentro del ecosistema académico. Por ejemplo, en Presencia y uso de la inteligencia artificial generativa en la Universidad Nacional Autónoma de México de 2025, se demostró que a nivel bachillerato el 83% de profesores y el 87% de estudiantes dentro de la UNAM usan IA: principalmente para la búsqueda de información. Esto afecta no solo los modos de producción de conocimiento, sino también las relaciones entre generaciones, saberes y responsabilidades.
Ante este nuevo escenario, una de las preguntas que más se repite en espacios docentes es ¿qué hacemos con la IA? Y no tanto en clave de vigilancia o de sanción, sino desde una necesidad genuina de comprender, acompañar y orientar su uso, especialmente entre estudiantes que ya la han incorporado como parte de sus prácticas cotidianas de estudio y creación. De hecho, Impact Research publicó en 2023 que en Estados Unidos el 89% de profesores y el 79% de estudiantes que usan ChatGPT en sus actividades piensan que el impacto ha sido positivo.
Para no caer en pensamientos simplistas, guardemos con mesura esta reflexión. Y evaluemos caso por caso. Empero, queda claro que necesitamos respuestas. Por tanto, una propuesta concreta —y a la vez crítica— que hemos estado ensayando desde el Laboratorio de Inteligencia Artificial, Sociedad e Interdisciplina (LIASI), en el Centro Interdisciplinario de Estudios en Ciencias y Humanidades en la UNAM (CEIICH), es la creación de una herramienta pedagógica: la Declaración cualitativa del uso ético de IA.
Esta declaración, saldrá en nuestro próximo libro, pero adelantamos parte de la propuesta. La cual no es un formulario burocrático ni un simple requisito técnico, sino una apuesta por abrir un espacio de reflexión situada y crítica, donde quien usó IA en un proceso académico pueda transparentar sus decisiones, justificar sus elecciones tecnológicas, y sobre todo, pensar(se) en relación con lo que hace.
La estructura de esta declaración es sencilla, pero puede ayudar a establecer puentes de diálogo y eticidad:
“Mi trabajo fue sobre el uso de la inteligencia artificial en la investigación de brechas digitales y participación ciudadana en México, desde una perspectiva de ciencias sociales en la UNAM”.
“El objetivo fue apoyar el análisis de grandes volúmenes de datos recogidos de encuestas digitales, así como identificar patrones en la brecha digital”.
“Utilicé SciSpace y ScholarGPT, porque necesitaba fuentes científicas actualizadas y matrices para mi metodología”.
“Analizar los datos de encuestas sobre participación digital en México”, “Encontrar patrones de brecha digital”, “Generar estadísticas descriptivas sobre participación ciudadana”.
“La IA me ayudó a procesar datos rápidamente, pero todos los resultados fueron revisados por el equipo de investigación. Fue una herramienta útil, pero no sustituyó la interpretación humana”.
“La IA mostró limitaciones en la interpretación de matices culturales. Además, presentó errores (‘alucinaciones’) al definir conceptos como participación social, lo que exigió validación humana constante”.
Lo que propone esta declaración es, en suma, un posicionamiento ético-pedagógico. Invita a no ocultar el uso de estas herramientas, sino a incorporarlas con conciencia, nombrarlas con precisión, y usarlas sin renunciar a la autonomía y la responsabilidad que supone investigar. Sin perder de vista nuestros marcos reflexivos.
Frente a los discursos que aún oscilan entre el rechazo total o la adopción acrítica de la IA, este tipo de prácticas intermedias nos permiten habitar la complejidad. Nombrar lo que hacemos, cómo lo hacemos y para qué lo hacemos puede ser un acto ético y formativo.
No se trata de añadir otro procedimiento más a la ya saturada vida académica, sino de generar pedagogías del discernimiento, donde las tecnologías no sean fetiches ni amenazas, sino ocasiones para pensar y reconfigurar nuestros modos de enseñar, aprender e investigar.
*Gracias a Arlette Morales, por su apoyo en la búsqueda de datos para esta columna.
A partir de agosto pagarás menos para tu colegiatura semestral en la UAEMex. Conoce el…
¡Mente de tiburón! Te presentamos algunas ideas de emprendimientos ideales para generar dinero sin que…
Jóvenes Veterinarios es un proyecto educativo complementario y gratuito. No sustituye a la formación universitaria,…
¡Desde la comodidad de tu casa! Conoce algunas universidades en las que puedes estudiar carreras…
"El avance tecnológico en lo creativo suele ser más colaborativo que sustituto. Muchas agencias y…
Google te brinda herramientas para que mejores tu inglés de manera exponencial. Una te ayuda…