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¿Transformación educativa? Ellas, elles y ellos piden equidad

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Foto: Ilustración de El Universal

Ellas, elles, ellos. 4,000,000 de personas  estudian en universidades en México, según datos divulgados por el INEGI correspondientes al ciclo 2020-2021. La misma institución especifica que dos millones 85,219 son mujeres y un 1,945,397 son hombres. Pero, ¿por qué no se considera de manera clara a quienes no se autoidentifican  en la definición binaria del género y del sexo?

Bry García, Maud Vivas y Estrella O. son tres personas cuya identidad sexo-genérica no encuentra un lugar cómodo dentro de esa separación: son personas trans.

Cuando Estrella O., egresada de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, y quien decidió no decir su nombre real, “salió del clóset” como una persona de género no binario, muchos de sus compañeros se burlaron. También recibió comentarios hirientes diciéndole que “seguramente quería ser hombre” o que “tenía misoginia interiorizada por no querer ser mujer”.

Para Bry García, estudiante de Desarrollo y Gestión Interculturales en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), así como de Relaciones Internacionales en la FES Aragón, asumirse como una persona trans al interior  del espacio académico ha sido una experiencia “muy bonita”. Sin embargo, reconoce  que ha tenido sus momentos de  altas y  bajas.

“Cuando llegó el momento de ir a clases presenciales en la FFyL (inicié la carrera en la época de clases a distancia, por la pandemia) el trato era muy respetuoso porque ya había ganas de conocernos entre todes (sic). En la FES, al ser un núcleo que no conocía y  donde la dinámica social la veo aún distante de los temas de género e identidad, me sentía insegure”, dice Bry.

Para Maud Vivas, la experiencia ha sido diferente. Él entró a la universidad siendo abiertamente un hombre trans. Para ese momento él ya había iniciado con testosterona, y ya había hecho su cambio legal de nombre. Lo cual, hasta cierto punto, le ha hecho las cosas menos complicadas en la parte burocrática.

“Con lo que sí me enfrenté al principio fue con un cuestionario que me mandaron al momento de entrar a la licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales. El cual es increíblemente binario y toma muy en cuenta el sexo. Como alguien que ha transicionado médicamente, ya no entro en ninguna de las dos características”, relata el estudiante.

“A final de cuentas, sabemos que ni el sexo es binario”, afirma Vivas. Para él, ese tipo de cuestionarios  se deben reformular y tomar en cuenta aspectos hormonales, de sistemas reproductivos, de partes externas, entre otros aspectos, a fin de evitar asociaciones rígidas de lo que debe ser un hombre o una mujer.

 

Un mundo de diversidad

Es una creencia popular que el sexo y el género siempre estarán alineados. Que los genitales de una persona determinan una parte de su identidad así como de los comportamientos esperados y su estilo al vestir, hablar o gesticular. Es precisamente ese sistema binario el que algunas organizaciones feministas y LGBTTTIQA+ buscan desmantelar en pro de la seguridad y protección a sus derechos.

“Yo tardé años en poderme nombrar como una persona de género no binario, hasta que se comenzó a hablar más sobre identidades de género. Asumirme fue una decisión muy empoderante por un lado, pero desagradable por otro. Es cansado explicar y justificar tu existencia a gente intolerante”, relata Estrella.

Como Estrella, las juventudes LGBTTTIQA+, particularmente quienes se encuentran en entornos educativos de cualquier nivel, son constantemente víctimas de rechazo, bullying y otros tipos de violencia.

Bren Medina, becaria de la Coordinación de Igualdad de Género y profesora adjunta de la Facultad de Filosofía y Letras, explica que “la vida de une (sic) estudiante trans en los espacios académicos suele ser complicada. Existe un desconocimiento por parte del resto de la comunidad  acerca de los procesos y necesidades que atraviesa una persona trans durante toda su trayectoria académica”.

En el “Informe de seguimiento de la educación en el mundo 2020 América Latina y el Caribe. Inclusión y educación. Todos y todas sin excepción” realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) se habla al respecto.

El documento revela que estas juventudes “se enfrentan a un entorno escolar hostil” en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay. En esos siete países, entre el 47% y el 81% de los encuestados no sienten que la escuela sea un espacio seguro debido a su orientación sexual o por su expresión de género.

Para Bry García, los discursos trans-excluyentes y la homofobia son situaciones del día a día. “Sucede cotidianamente. Y no por el núcleo que me rodea, sino más bien por el personal académico y administrativo. Siento que mucho de ese personal aún no tiene esa sensibilización con les alumnes y las personas que habitamos la facultad; las reglas de los espacios llegan a ser muy transodiantes e intolerantes”, cuenta la estudiante de la FFyL.

Esa violencia se refleja en algunas situaciones comunes. Desde aquellas donde utilizan sus dead names (nombre legal que no coincide con, ni refleja la expresión e identidad de género de una persona trans) o los pronombres incorrectos; hasta la violencia física o verbal.

“Antes de entrar a la Facultad, estudiaba música. En una ocasión, un profesor vio el sexo indicado en mi INE y notó que tenía otro nombre. Entonces cada vez que fallaba, lo empleaba. Cuando le pedí que parara, él respondió que ‘solo lo ocuparía para corregirme, a ver si ponía más atención’. Era una situación invalidante y violenta. Y, aunque paré la situación, ya no me sentí muy a salvo en ese lugar y me retiré”, cuenta Maud Vivas.

Desafortunadamente, los de Bry, Maud y Estrella no son casos aislados. Estadísticas publicadas en el mismo documento de  la UNESCO indican que, en México, el 75% de la juventud LGBTIQ+ ha sufrido acoso verbal y ha recibido insultos. Además, el 66% del alumnado transgénero afirmó haber sufrido acoso. Esa situación se repite en otros países de la región: en Chile, cuatro de cada cinco personas LGBTIQ+ se sienten inseguras en la escuela; y, en Colombia, el 15% del alumnado ha sido víctima de acoso escolar debido a su orientación sexual.

“Por ejemplo, los baños siguen siendo binarios. Los códigos de vestimenta, además de ser muy  estrictos, también son binarios. Se requiere de mucho más acercamiento a la teoría de los géneros y educación sexual, tal vez una introducción sobre todas las disidencias que existimos”, expresó Bry García.

Frenar la violencia y acoso en los espacios universitarios (y otros niveles escolares) es necesario. El artículo 10 de Los Derechos Humanos de las personas transgénero, transexuales y travestis lo explica así: las personas trans tienen derecho a “recibir los servicios de educación, y estos deben de ser libres de violencia escolar”. Es decir, tienen derecho a “no ser molestadas por las autoridades del colegio ni por los compañeros estudiantes”.

 

Foto: Ilustración de El Universal

 

La transformación incipiente

Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Bry, Maud y Estrella forman parte del entre el 0.3% y el 0.5% de la población mundial que son personas trans; un equivalente aproximado a 39 millones de personas.

En México, se sabe que el 3.2% de la población son personas con una orientación sexual distinta a la heterosexual, de acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional sobre Discriminación realizada en 2017 por el INEGI. No obstante, calcular el número de personas trans en el país es difícil ya que no hay datos específicos sobre este grupo poblacional.

Y, aunque en algunas instituciones de educación superior ya hay iniciativas para proteger y salvaguardar los derechos de las identidades trans, aún queda camino por recorrer. Bry García opina que, para mejorar el ambiente universitario para todas las personas trans, es necesario crear espacios para que las personas LGBTTTIQA+ externen sus situaciones y sean tratadas. Para ella, las universidades “tienen la responsabilidad de velar por el bienestar de toda su comunidad”.

Con lo anterior, Bren Medina está de acuerdo. Ella afirma que se requieren acciones “que respondan a la deuda histórica que hay con las personas trans en las instituciones de educación superior públicas y privadas por igual. Es urgente implementar campañas de sensibilización en materia de derechos humanos de la comunidad trans”.

El conocimiento es poder. En el contexto de las juventudes LGBTTTIQA+, es necesario educar para disminuir la violencia ejercida en su perjuicio. Dentro de los entornos académicos, los temas que giran alrededor de identidad de género, orientación sexual y expresión de género, deberían estar presentes.

Sin embargo, la realidad es diferente. Según el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México. Derecho a la educación de 2018”, el 78% de las personas encuestadas refirió no haber recibido información sobre derechos de las personas LGBT en la escuela. “Se requiere de un cambio en la cultura de género de las universidades, es decir, el fomento de nuevos valores, creencias y prácticas alusivas a la inclusión de la juventud trans”, afirmó la profesora adjunta de la FFyL.

En pocas palabras: los planes curriculares se deben actualizar para poder integrar estos nuevos saberes dentro del aula a fin de minimizar la violencia y el bullying en contra de estudiantes trans. Sin embargo, incluir los temas dentro de la cátedra no es suficiente: hace falta personal docente actualizado con las herramientas pedagógicas y educativas adecuadas para enseñar sobre estos temas.

Al respecto, la Facultad de Filosofía y Letras ha dado sus primeros pasos. A raíz de demandas de la comunidad universitaria por incluir educación de género, se creó la materia de Género, Violencia y Ética Comunitaria, obligatoria para toda la facultad.

“Hay varias personas que imparten Género, Violencia y Ética Comunitaria y, lamentablemente con quien tuve la clase, fue una persona que, considero, no estaba capacitada para dar el tema. Por ejemplo, no sabía diferenciar entre orientación sexual e identidad de género. Además, seguía con debates sobre temas como la adopción homoparental… En una materia donde se habla de violencia, quien impartió la clase estaba perpetuando discursos violentos. Siento que, aunque hay libertad de cátedra, debería haber cursos de actualización del conocimiento”, comentó Maud Vivas.

 

Paso a paso

En el “Diágnostico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México: derecho a la educación” se menciona que el hacer visible la diversidad, así como conversar sobre las diferencias “posibilitan la cercanía y comprensión de lo desconocido”. Esto es un paso  para contar con la información necesaria a fin de “derribar los mitos y estereotipos que están en la base de los actos de discriminación”.

Si bien aún hay un largo camino por recorrer, las universidades han comenzado a tomar medidas más concretas para salvaguardar y proteger los derechos de esta comunidad.

Cifras del Observatorio Nacional para la Igualdad de Género en las Instituciones de Educación Superior indican que desde 2020 hay 15.8% de avance en la “transversalización” y  52.4% de avance en institucionalización en la legislación con perspectiva de género en las políticas universitarias.

Un ejemplo es la implementación del trámite administrativo de cambio sexo-genérico de identidad en ventanilla de la Dirección General de Asuntos Escolares (DGAE) de la UNAM. Así como un conjunto de acciones llevadas a cabo por la Coordinación de Igualdad de Género (CIGU) y las Comisiones Internas de Igualdad de Género. Las cuales incluyen “campañas, ciclos de conferencias, eventos, exposiciones, producción audiovisual, cursos de actualización o sensibilización dirigidos a toda la comunidad universitaria y demás iniciativas en atención a las juventudes trans”.

Por su parte, la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco también es un buen ejemplo. Con su Unidad de Género y Diversidad Sexual y el Programa de Desarrollo sobre Género y Diversidad Sexual 2020-2024 tiene contemplado, entre otras metas, “desarrollar procedimientos que faciliten los trámites de la comunidad universitaria respecto de cambios de identidad que indican el género o el sexo con el que la persona se identifique”.

Asimismo, la Universidad Iberoamericana fue de una de las primeras instituciones de educación superior  en tener baños incluyentes. Además, en el Protocolo para la prevención y atención de la violencia de género en la Universidad Iberoamericana, la institución menciona medidas de prevención específicas con referencia a la comunidad LGBTTTIQA.

En el Tecnológico de Monterrey se establecieron  medidas  en pro de este sector. El artículo 35 del Protocolo de actuación para la prevención y atención de violencia de género de esta institución habla sobre la discriminación por género y por ser LGBTTTI+.

Ahí se describen  algunos tipos de violencias hacia esta población, así como las diferentes sanciones que podrían aplicarse a quienes las ejerzan. Además, también se realiza de manera anual la Graduación Lavanda, una ceremonia para festejar a los universitarios de la comunidad LGBTTTIQA que terminan sus estudios.

Aunque cada día más instituciones  se suman a estos esfuerzos,  para lograr que las universidades sean espacios seguros para las personas LGBTTTIQA+, además de los protocolos y legislaciones internas, son necesarias más acciones de concientización, así como   reconocer oportunamente  y   sancionar los actos de discriminación  que vive esta comunidad.

 

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