Auto volador desarrollado por estudiantes de la Universidad Ceulver.
Sin fanfarrias ni millones de dólares, un grupo de estudiantes veracruzanos y el profesor Víctor Leyva se atrevieron a crear en lugar de limitarse a ensamblar. Desafiando el guion que la economía global ha asignado a México, desarrollaron “Mantarraya“, el primer auto volador diseñado y construido íntegramente en territorio mexicano.
“Les comentaba a los alumnos que en China ya estaban por concesionar taxis voladores. Algunos estudiantes me preguntaron: ‘¿acaso nosotros no podemos hacerlo?’ Les dije que sí y ese fue el detonante”, relata Leyva, profesor de la Universidad Ceulver a Generación Universitaria.
Lo que inició como un desafío académico se transformó en un proyecto. En apenas cuatro meses (desde el boceto inicial hasta el primer vuelo exitoso) estos jóvenes lograron lo que muchos considerarían imposible sin millones de inversión.
“Mantarraya” es un hexacóptero de aluminio que pesa 90 kilogramos y puede elevar teóricamente hasta 300 kilogramos. Funciona con cuatro baterías de 14 celdas en paralelo, ofrece una autonomía de 15 a 20 minutos y puede ser pilotado desde el asiento o controlado remotamente.
Lo más impresionante es su costo: aproximadamente 300 mil pesos, una fracción minúscula comparada con desarrollos similares en otros países, donde las inversiones oscilan entre los 2 y 4 millones de dólares.
El equipo incluye dos campeonas mundiales de robótica, expertas en programación y electrónica, y cuatro estudiantes de mecánica automotriz responsables de la estructura física. Esta combinación de talentos diversos ha sido clave para el éxito de este auto volador.
La verdadera revolución de “Mantarraya” radica en sus aplicaciones potenciales: “nuestro aparato cabe en la batea de una camioneta. Llegas, lo despliegas entre dos personas y en cinco minutos está en el aire, listo para rescatar”, explica Leyva.
El equipo ya mantiene conversaciones con bomberos para combatir incendios desde el aire y con autoridades sanitarias para desarrollar una “ambulancia aérea”. También exploran aplicaciones para rescate marítimo en Centroamérica.
Este auto volador ha captado la atención de instituciones nacionales e internacionales, incluyendo una invitación para participar en un concurso que podría llevarlos a la NASA. “Considerando que el Rover en Marte lleva un pequeño dron autónomo, imagina las posibilidades de tener un equipo que permita a un astronauta explorar con mayor velocidad y alcance”, comenta Leyva.
A pesar del éxito, el equipo se mantiene humilde mientras todavía se preguntan cómo podrían patentar su creación y obtener financiamiento para perfeccionarla. Leyva agradece la información que puedan proporcionarle los interesados.
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Y es que lo que estos jóvenes han logrado trasciende la aplicación de técnicas existentes. Mientras el técnico aplica fórmulas conocidas para obtener resultados predecibles, el científico se atreve a cuestionar esas fórmulas, a llevarlas hasta sus límites para descubrir lo que hay más allá.
El equipo de “Mantarraya” encarna esta filosofía. No se conformaron con replicar lo existente; como reflexiona Leyva: “cuando yo esté viejito y voltee para atrás, al menos voy a decir que yo hice el mío”. En estas palabras sencillas se condensa el orgullo de crear, innovar y dejar huella en un país acostumbrado a seguir, no a liderar.
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