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Especialistas llaman a fortalecer la educación ambiental superior

Educación ambiental

Ilustración: especial

La urgencia de reforzar la educación ambiental en las universidades es innegable, dada la magnitud de los problemas ambientales tanto a nivel local como mundial.

Es verdad, cada vez son más las instituciones educativas que se suman a esta preocupación en sus agendas, ya sea por medio de la inclusión de nuevas materias o mediante la creación de carreras especializadas. Entonces, ¿cuál es la complejidad del asunto?

De acuerdo con Carlos Ortiz, director del Programa de Ingeniería en Desarrollo Sustentable en el Tec de Monterrey, campus Santa Fe, el desafío para estas licenciaturas varía, dependiendo del área de especialización. Desde la generación de energía hasta la investigación y consultoría en temas “verdes”, los programas de educación superior abordan una amplia gama de temáticas.

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Sin embargo, el reto más crítico para los interesados en “las carreras verdes” –en su opinión– es resolver el acertijo entre lo ambiental, lo sustentable y lo sostenible. Ejemplificó el problema con los coches eléctricos, que no contaminan en un sentido, pero emplean “materias críticas”. Sus baterías requieren de la extracción de litio, lo que demanda contaminar el agua.

“Los profesionales deben pensar de dónde vienen los materiales y las contradicciones que se involucran en el uso de cierta tecnología ‘limpia’”.

Carencia de tesis medioambientales

La doctora María Teresa Mercado y la doctorante  Alba Patricia Macías Nestor, del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) y la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC) de la UNAM, respectivamente, llevaron a cabo una investigación sobre las tesis de posgrado de la máxima casa de estudios desde 1996 hasta 2019, centradas en educación ambiental. Ambas también son parte del Colectivo de Investigadores en Educación Ambiental Superior en América Latina y el Caribe.

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Su reporte, publicado en 2023, reveló que las tesis dedicadas a este tema son escasas y provienen exclusivamente de un programa de posgrado para la formación de docentes de nivel medio superior.

“¿Por qué no hay tesis que se relacionen con educación ambiental por sí mismas y que hayan salido de la Facultad de Ciencias o del Instituto de Investigaciones Biomédicas?”, expresó Macías Nestor.

Añadió que cuando este se aborda desde la biología o la química, se suelen descuidar elementos sociales y económicos, cruciales para comprender el tema en su totalidad.

Esta omisión, reiteró, es preocupante, ya que la educación ambiental debería ser un eje transversal en la formación dada por las instituciones.

Asimismo, Macías Nestor manifestó que el asunto se vuelve todavía más crítico porque los problemas ambientales apenas son incluidos en el plan de estudios de la educación media superior; en algunos casos, ni siquiera se aborda.

“Es gravísimo porque estas generaciones son las que van a tomar las decisiones en el futuro, precisamente para conservar los recursos”, señaló.

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¿Carreras realmente verdes? 

En otra investigación, también publicada el año pasado, se plantea que, aunque los planes y programas de estudios en ciencias ambientales en México abordan los temas sugeridos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), “la mayor parte no incorpora de manera explícita el enfoque hacia la sostenibilidad”.

El artículo, escrito por Alejandro Juárez Agis, Silberio García Sánchez, Branly Olivier Salome, Mayra Rivas González y Jacqueline Zeferino Torres –todos ellos parte de la Universidad Autónoma de Guerrero–, señala que las instituciones todavía están distantes de adoptar los nuevos paradigmas planteados por representaciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por medio de los ODS.

Se podría decir que esta investigación es la última revisión sistemática disponible que compara los planes de estudio relacionados con la sostenibilidad en varias universidades.

Según el reporte, la Asamblea General de la ONU aprobó en 2015 el documento “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. En este se aborda el papel fundamental de las universidades como agentes de desarrollo ambiental, económico y social, así como los desafíos de formar profesionales capacitados en desarrollo sostenible y de incorporar los ODS en los planes de estudio de los centros educativos.

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En sí, los ODS son un “llamamiento universal” para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que para el 2030 todas las personas disfruten de paz y prosperidad, resume el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

El estudio de Juárez Agis y demás integrantes del equipo plantea que hay deficiencias al menos en el seguimiento de algunas de las estrategias, particularmente las que se refieren al agua limpia y saneamiento, energía asequible y no contaminante, vida submarina y vida de ecosistemas terrestres.

De 19 programas educativos en ciencias ambientales que se tomaron como muestra en la investigación, las tres licenciaturas que más incorporan los temas sugeridos por los ODS pertenecen a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (incorpora un 60%), Universidad Autónoma del Estado de Morelos (45%) y Universidad Autónoma del Estado de México (46%).

El análisis promedio de las 19 universidades en el estudio revela que apenas el 34% de las unidades de aprendizaje se enfoca en las recomendaciones de los ODS. Esto sugiere que, aunque las instituciones muestran interés en incluir temas ambientales en sus planes o programas de estudio, todavía están lejos de alinearse con preocupaciones tan relevantes como la sostenibilidad.

Sustentabilidad y sostenibilidad

La distinción entre sustentabilidad y sostenibilidad es crucial. Aunque ambos persiguen un objetivo común, su enfoque y alcance son diferentes.

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Mientras que lo sustentable se centra en la capacidad de satisfacer las necesidades presentes sin comprometer los recursos para las futuras generaciones, lo sostenible va más allá. No solo considera la preservación de los recursos, sino encontrar respuestas que promuevan el desarrollo social, educativo y una mejor calidad de vida.

Carlos Ramos Cárdenas, director de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac, destacó lo importante de educar en la búsqueda de soluciones que conserven los recursos, reduzcan la contaminación y mitiguen los efectos del cambio climático, pero de manera sostenible.

“Por un lado, en la agenda de los jóvenes está cuidar los impactos sociales y económicos.  Por el otro, los reclutadores buscan generaciones que les lleven soluciones con impacto social que puedan traducirse a lo económico”, expresó.

Cárdenas dijo que la preocupación de los jóvenes por el desarrollo sostenible, la vida sustentable, los derechos humanos, los recursos humanos, las finanzas sustentables se palpa en el interés que hay en el programa de licenciatura, maestría y doctorado en Responsabilidad Social d  la Anáhuac.

En los estudios de maestría y doctorado convergen diversos perfiles profesionales; ello no hace más que manifestar que el interés por la responsabilidad social es una tendencia transversal.

La importancia de lo social

Ortiz, del Tecnológico de Monterrey, destacó la importancia de educar en la sostenibilidad de manera integral. “No se trata simplemente de promover una única tecnología, como la energía eólica o la solar, o de dividir entre energías ‘buenas’ y ‘malas’. Cualquiera que se adentre en el tema, comprende que la diversificación es esencial y beneficiosa, como se ha evidenciado en distintos países”.

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Según el directivo, es un error limitarse a la generación de energía limpia, pues es necesario evaluar una serie de factores, como el impacto en el bienestar social y los costos asociados a la generación de cada producto. Simplificar los problemas en términos absolutos es un error.

“Algunos países pueden afirmar que producen energía limpia las 24 horas del día, y eso parece positivo. Sin embargo, es crucial considerar el costo económico o social asociado a dicha estrategia. Es un tema complejo que requiere comprender todos los matices. Por ejemplo, la producción de una bolsa de plástico varía significativamente según si el país tiene petróleo o no, o si la nación cuenta con las refinerías necesarias para producir ese producto”, reflexionó.

Macías Nestor, de la UNAM, añadió: “Tenemos que incorporar a otras disciplinas y lograr que sea analizada (la educación ambiental) como un estudio complejo, en el que se incluyan diferentes disciplinas para analizarla”.

El trabajo de Ortiz en un proyecto piloto en San Cristóbal de las Casas ejemplifica esta perspectiva. “No es simplemente llegar con la última tecnología y pretender resolver todos los problemas. Es fundamental entender las necesidades específicas de cada comunidad. La tecnología en sí misma es simple; lo verdaderamente complejo es su implementación, considerar el idioma, la infraestructura, la cultura y el entorno socioambiental. Todos estos factores son fundamentales para garantizar la viabilidad a largo plazo de los proyectos”.

Subrayó que los estudiantes, especialmente los de las universidades, necesitan recibir una formación que rebase la mera consideración de aspectos medioambientales o de energía renovable: “No se trata solo de llegar con la cantidad adecuada de paneles solares, por poner un ejemplo”.

Perspectiva económica

Por su parte, Ortiz manifestó que diferentes compañías han reconocido que la sustentabilidad y el reúso de materiales también pueden generar ganancias económicas.

“Si logras reducir los costos de materia prima en un 30% al obtenerla de fuentes alternativas, como el reciclaje o el reúso, tu negocio saldrá beneficiado. Eso es lo que las empresas están empezando a comprender cada vez más”, profundizó.

Asimismo, el especialista resaltó otra oportunidad emergente: la opción de utilizar los residuos generados como materiales para nuevos emprendimientos dentro de las mismas empresas. “Eso a ninguna firma le molesta: emprender con una estrategia verde y llevarla al nivel de negocio”.

Hacia la autonomía energética

De acuerdo con Ortiz, situaciones como la falta de gas en países europeos respaldan, en algunos contextos, la tendencia a buscar autonomía energética. Ello podría beneficiar a los estudiantes en el sentido de que se necesitan expertos en utilizar diferentes fuentes de energía.

“En Europa es complicado (la autonomía energética) por su situación geográfica y la infraestructura compartida, así que no es lo ideal para todas las naciones necesariamente”.

Sin embargo, añadió que sí favorece no depender de otros territorios en las altas y bajas de precio de los recursos: “Diría que la tendencia es a tratar de ser autónomos, a tal grado que, en algunos lugares, hay poblaciones que producen su energía y no están conectados a la red”.

Largo camino por recorrer

La urgencia de incorporar la educación ambiental en las universidades responde a la creciente preocupación por los desafíos del entorno a nivel local e internacional. Aunque diversas instituciones adoptan estas preocupaciones en sus agendas educativas, todavía hay un largo camino por recorrer para alinearse con la sostenibilidad plena.

El eje es claro: los especialistas coinciden en que la diversidad de “carreras verdes” ofrece oportunidades laborales más amplias, pero la idea de aprovechar estas solo es ilusoria si no se cuenta con una formación que, de acuerdo con los desafíos ambientales mundiales y las recomendaciones de instituciones como la ONU, se detenga en las complejidades sociales y económicas, especialmente.

La falta de tesis especializadas, más allá de la formación de docentes, y la escasez de estudios sistemáticos sobre planes de estudio universitarios, así como la necesidad de abordar el tema de modo más integrado y coordinado en las universidades, también evidencian que para crear una educación y conciencia ambiental hace falta más que generar carreras relacionadas con el medio ambiente.

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